sábado, 21 de julio de 2007

El quilombo perpetuo

Argentina es un país de extremos. A uno le sige fascinando (e inquietando) su mezcla única de cultura general, refinamiento, pasión, inseguridad jurídica, corrupción y atención al exterior. El despilfarro permanente de su inigualable talento. El que su legendaria clase media y la proliferación de contrapesos (prensa múltiple y de calidad, abundancia de leyes, gremios pujantes, separación nominal de poderes) no haya detenido su imparable decadencia. La cuestión se agudiza por hallarse el país en plena campaña electoral, de la que saldrá vencedora la bella esposa del actual presidente, encaramada sobre la alarmante promesa de que "el cambio recién empieza" (¿por qué esperan tanto?) y la legitimidad adicional que disfruta toda mujer política en estos tiempos. Histórico: será la primera presidenta argentina. Un dato que por sí solo tiene escaso valor; la mujer de Estado más capaz del planeta, Angela Merkel, jamás ha utilizado su feminidad como tótem. Los Kirchner, por el momento, tienen la perniciosa costumbre de dirigirse al pueblo como si fuese gilipollas.

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