miércoles, 22 de agosto de 2007

A distancia del epicentro

Un periodista es, entre otras cosas, un ser que saca provecho privado de las desgracias públicas. Según algunos, es también la única profesión que honra a quien la abandona. El miércoles pasado, a media tarde, un terremoto brutal devastó una región entera de Perú. Horas después, sin conocer la tragedia, O. recibió una llamada mientras cenaba con otros periodistas y futbolistas amateur en la estupenda Carretería de San Telmo, un lugar de Buenos Aires donde el horno hace olvidar la parrilla. O. trabaja como corresponsal latinoamericano para prensa y radio francesas; emigró a Argentina en busca de nuevas sensaciones y para estar cerca de su novia, porteña. El martes pasado, un día antes del terremoto, O. dio el paso de comunicarle a su inminente ex novia que quería vivir solo. A resultas de ello, durmió el miércoles en mi casa.
El vacío a la portuguesa, las botellas de López y una animada conversación sobre mujeres y psicoanalistas dominaban la noche cuando O. me dijo que debía marcharse (“ha habido un terremoto en Perú; por ahora, veinte muertos”. “Me han llamado de la radio”). Yo no iba a poder acostarme hasta que finalizase su entrada en el boletín de las siete de la mañana (dos de la mañana en Buenos Aires), así que permanecí en el restaurante, rodeado de caras afables.
Una hora y pico después, llegué a casa y encontré a O. con un nivel considerable de adrenalina en sangre. Tecleaba con pasión mi pequeño ordenador de viaje y fumaba Marlboro como Lloyd Bridges. Con dos dedos me indicó que guardara silencio. Al poco tiempo sonó el teléfono. O. intercambió unas frases (presumiblemente) con el conductor del programa, alguien de producción, y tras reírse varias veces para soltar tensión, carraspeó dos veces, esperó unos segundos y pronunció con energía memorable el siguiente texto noticioso (que traducimos a continuación):

“Un terremoto de escala 7,8 en la escala de Richter sacudió esta tarde la región peruana de Pisco, unos doscientos kilómetros al sur de Lima. Al menos veinticinco personas han muerto como consecuencia del seísmo, que destruyó varias localidades y fue el más fuerte registrado en Los Andes desde 1961. Se teme que haya mucha más víctimas sepultadas bajo los escombros. En este momento, la prioridad fundamental es rescatar a los heridos que yacen bajo los restos de varias ciudades. El Ejército ha movilizado a mil soldados para colaborar en las tareas de salvamento y recuperación de cadáveres. Mientras tanto, el Gobierno de Alan García ha descartado el rumor de que un tsunami amenace la costa limeña”.

No sabemos si los productores del programa tuvieron la delicadeza de no añadir: “Desde Perú, nuestro corresponsal O…” Finalizada la intervención en directo, O. se despidió sonriente, colgó el teléfono y me estrechó la mano. Elogiamos algunos rasgos del oficio (su carácter imprevisible, la pasión de la inmediatez). Y concluimos: “Con esto, además, te pagas el concierto de Caetano Veloso”.

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